Misma esperanza de vida que las personas sin el VIH, pero menos años con buena salud
De nuevo, un estudio sobre esperanza de vida ha revelado que las personas con el VIH que inician pronto su tratamiento antirretroviral y disponen de acceso a una buena atención sanitaria pueden esperar tener una esperanza de vida similar a sus iguales sin el VIH. Sin embargo, también se ha descubierto que las personas con el VIH padecen problemas de salud adicionales durante muchos de esos años. En promedio, estas personas presentan comorbilidades de importancia hasta 16 años antes que la población general sin el VIH.
El estudio fue presentado la semana pasada en la Conferencia sobre Retrovirus e Infecciones Oportunistas (CROI 2020). La presentación se realizó de forma virtual, ya que el encuentro, programado en Boston (EE UU), se canceló debido a las preocupaciones suscitadas por el reciente brote de coronavirus, COVID-19.
Este estudio, efectuado en EE UU, se centró de forma específica en las personas que disponían de acceso a la atención médica. Así, todas las personas participantes estaban inscritas en Kaiser Permanente, un proveedor integrado de seguros sanitarios y atención médica en California, Virginia, Maryland y el Distrito de Columbia.
Se analizaron los datos procedentes de 39.000 personas con el VIH y 387.767 personas sin este virus. Cada persona con el VIH fue emparejada con diez personas seronegativas siguiendo criterios de edad, sexo, origen étnico y año de inscripción.
A lo largo del período de estudio (de 2000 a 2016), se evidenció un aumento constante de la esperanza de vida de las personas con el VIH. Así, mientras que en el año 2000 las personas con el VIH tenían una esperanza de vida, en promedio, 22 años más baja que las personas seronegativas de la cohorte, en 2016 esta diferencia se había reducido a nueve años. En el año 2016, si la persona con el VIH comenzaba el tratamiento antirretroviral con un recuento de CD4 superior a 500 células/mm3, su esperanza de vida era apenas algo menor que la de las personas sin el VIH.
No obstante, el equipo de investigadores también examinó la existencia de indicios de enfermedad hepática crónica (incluyendo hepatitis B o C), enfermedad renal crónica, enfermedad pulmonar crónica, enfermedad cardiovascular, diabetes o cáncer.
Tras este análisis, los autores descubrieron que las personas con el VIH viven sustancialmente menos años saludables que las personas sin el virus. En el período de 2014 a 2016, una persona con el VIH de 21 años podría esperar vivir sin ninguno de estos problemas de salud hasta la edad de 36 años, mientras que un igual seronegativo lo haría hasta los 52 años. Entre las personas con el VIH, la aparición de la enfermedad hepática se produjo 24 años antes; la enfermedad renal, 17 años antes y la enfermedad pulmonar, 16 años antes.
No obstante, la posible limitación de este estudio es que las personas con el VIH tienden a visitar a sus médicos de forma regular y a hacerse las pruebas de detección con más frecuencia que otras personas y, como resultado de ello, es posible que los problemas de salud crónicos se diagnostiquen a una edad más temprana.
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El estudio SEARCH descubre que la estrategia de ‘diagnóstico y tratamiento’ universales reduce el VIH infantil
Una campaña comunitaria de ‘diagnóstico y tratamiento’ a gran escala realizada en Kenia y Uganda se ha traducido en una menor tasa de transmisión vertical del VIH (de madre a hijo) así como en un menor número de niños con el VIH al concluir el estudio. Las conclusiones del estudio SEARCH se presentaron en la CROI 2020.
En el estudio SEARCH, las comunidades fueron distribuidas de forma aleatoria para recibir un enfoque estándar para el tratamiento del VIH o para recibir una intervención que intensificaba la realización de pruebas comunitarias, el tratamiento para todas las personas diagnosticados y la optimización del proceso de derivación a los servicios de atención. Al final de los tres años que duró el estudio, el 80% de las personas con el VIH en las comunidades donde se realizó la intervención alcanzaron una carga viral indetectable, en comparación con el 68% registrado en las comunidades que recibieron la atención estándar.
Se trata del primer gran estudio sobre la estrategia de ‘diagnóstico y tratamiento’ que informa de sus resultados sobre la transmisión vertical del VIH. En este sentido, se comprobó que la intervención consiguió reducir la transmisión vertical a menos de la mitad en comparación con el estándar de atención. Así, solo el 1,8% de los bebés nacidos de mujeres con el VIH en las comunidades que recibieron la intervención universal de diagnóstico y tratamiento se habían infectado por el VIH al final del estudio, frente al 4,4% registrado en las comunidades de control.
El equipo de investigadores del estudio señala dos posibles mecanismos que podrían explicar el motivo por el que la intervención redujo las infecciones por el VIH en los recién nacidos: el diagnóstico e iniciación del tratamiento más tempranos en las mujeres que adquirieron el VIH durante el período de estudio y el inicio más temprano del tratamiento entre las mujeres embarazadas, debido al enfoque de tratamiento universal.
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Las vulnerabilidades especiales que afectan a las personas transgénero precisan unas intervenciones específicas y adaptadas
En conjunto, las mujeres trans siguen presentando unas elevadas tasas de infección por el VIH, con una prevalencia estimada en torno al 19%. Algunas estimaciones también indican que la prevalencia en los hombres trans podría llegar al 8%.
El doctor Asa Radix presentó datos referentes a 557 hombres trans de la ciudad de Nueva York (EE UU). Menos de la mitad se habían hecho la prueba del VIH. La prevalencia del VIH estuvo alrededor del 3% entre los que se habían hecho la prueba, pero los que tenían parejas sexuales masculinas cis presentaron una tasa de prevalencia del 11%, mucho más elevada.
El doctor Makobu Kimani –del Instituto de Investigación Médica de Kenia– presentó datos procedentes de once mujeres trans y 42 hombres gais, bisexuales y otros hombres que practican sexo con hombres (GBHSH) que participan en una cohorte de personas que tomaban profilaxis preexposición (PrEP) en Kenia. A los seis meses, más del 40% de las mujeres trans tenían niveles protectores de fármacos (de la PrEP), pero ninguno de los hombres GBHSH los tenía. Las entrevistas personales revelaron que el mayor nivel de adherencia entre las mujeres trans estuvo relacionado con una mayor voluntad de tomar la PrEP, a la percepción del riesgo de infección por el VIH y a la sensación de que la PrEP afirmaba la identidad de género.
Aproximadamente la mitad de las personas de la muestra se dedicaban al trabajo sexual, cuestión que fue explorada más a fondo por Mariëlle Kloek, de la Universidad Erasmus, utilizando para ello datos procedentes de Zimbabue. En una muestra de 603 hombres cis y personas trabajadoras sexuales trans, la prevalencia del VIH fue muy elevada: 38% en mujeres trans, 38% en hombres trans y 28% en hombres cis.
Por su parte, la doctora Catherine Lesko, de la Facultad de Salud Pública de la Universidad Johns Hopkins (EE UU), informó de resultados alentadores en cuanto a la retención de las mujeres trans en los servicios de atención en EE UU. El análisis de la cohorte NA-ACCORD demostró que, una vez que las mujeres trans han entrado con éxito en los servicios de atención del VIH, tienen unos resultados similares o mejores que los hombres o mujeres cis.
El moderador de la sesión, doctor Sari Reisner, de la Universidad de Harvard, subrayó que resulta fundamental establecer una clara distinción entre la identidad de género y la orientación sexual, desglosando los diferentes grupos de población tanto para su estudio como para la prestación de servicios (por ejemplo, separando a las mujeres trans de los hombres GBHSH) y comprendiendo sus experiencias y necesidades específicas. Reisner también destacó que las prácticas afirmativas de género resultan esenciales para que las personas trans se sientan acogidas y respetadas.
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Una vacuna frente al VIH que genera anticuerpos ampliamente neutralizantes supera el primer estudio de seguridad en humanos
La mayoría de las vacunas funcionan induciendo la producción de anticuerpos por parte de las células B del sistema inmunitario. Aunque en ensayos anteriores se había demostrado que algunas vacunas del VIH pueden inducir respuestas de anticuerpos frente a dicho virus, estas eran ineficaces (como sucedió en el reciente estudio HVTN 702) o solo parcialmente eficaces (como en el estudio tailandés RV 144).
Los anticuerpos ampliamente neutralizantes (bNAbs, en sus siglas en inglés) podrían constituir la base de unas vacunas y tratamientos potentes, en parte porque presentan actividad frente a una amplia variedad de cepas virales. El año pasado, un estudio en monos tuvo éxito al conseguir la generación de anticuerpos ampliamente neutralizantes con la vacunación. El sucesor de ese estudio se está llevando a cabo en humanos.
En esta edición de la CROI se ha presentado una tecnología diferente: un estudio realizado por los Institutos Nacionales de Salud de EE UU (NIAID, en sus siglas en inglés) en el que se utilizó una vacuna basada en un vector viral. En el estudio se empleó la cubierta externa del adenovirus AAV-8, sustituyendo sus genes virales reemplazados por fragmentos de ADN que codifican la producción de VRC07, un anticuerpo ampliamente neutralizante muy utilizado en estudios para probarlo como tratamiento del VIH, como PrEP y como cura.
En la conferencia se presentó un estudio de seguridad de fase 1, en el que se administró la vacuna a ocho personas voluntarias con el VIH. A las tres primeras personas se les administró una dosis de 50.000 millones de vectores por kilogramo de peso corporal. Tres meses más tarde, a otros dos voluntarios se les administró una vacuna que contenía diez veces más vectores por kilogramo (500.000 millones). A los tres últimos voluntarios se les administró una dosis cincuenta veces mayor que la original (2,5 billones de vectores/kg).
Todas las personas a las que se administró la vacuna produjeron anticuerpos VCRC07, en mayor o menor grado. Sin embargo, al tratarse de un estudio de seguridad, aún no se sabe si los niveles de VCRC07 generados son suficientes para tener un efecto antiviral.
Este estudio supone la primera prueba de que una vacuna es capaz de inducir la generación de bNAbs en humanos.
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Los hombres GBHSH negros tienen un 60% menos de probabilidad de tener carga viral indetectable VIH que sus iguales blancos en Atlanta
El estudio Engagement –un ensayo de cohorte prospectivo basado en la comunidad– recopiló datos clínicos y de comportamiento de 398 hombres GBHSH negros y blancos con el VIH que vivían en Atlanta entre 2016 y 2017. La mitad de las personas eran de etnia negra y el 33% de los hombres negros y el 19% de los hombres blancos no tenían carga viral indetectable.
La edad fue un factor no modificable que estuvo relacionado con las diferencias en las tasas de personas con carga viral indetectable, siendo los hombres más jóvenes más propensos a no tener la carga viral indetectable. Otros factores relacionados sí eran modificables: el acceso a la atención médica, los ingresos, la estabilidad del alojamiento y el consumo de marihuana. En conjunto, estos factores explicaban completamente la disparidad racial.
En su presentación, el doctor Justin Knox, de la Universidad de Columbia (EE UU), concluyó, "Si nos tomamos en serio la reducción de las disparidades raciales en los resultados del tratamiento del VIH, estos hallazgos revelan que existen oportunidades claras de actuar sobre los factores modificables que tendrían un impacto".
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Un inmunomodulador aclara las lesiones anales precancerosas
El cáncer anal y su precursor, la displasia anal (un crecimiento anómalo de células y tejidos), son más habituales entre las personas con el VIH que en la población general.
SPACE, un estudio de fase 2, evaluó el uso de dosis bajas de pomalidomida como tratamiento para las lesiones anales de alto grado. En el estudio participaron diez hombres con el VIH y 16 hombres sin esta infección. Todos los participantes tenían lesiones de alto grado (grado 3) confirmadas mediante biopsia, que se habían mantenido durante un mínimo de un año y una mediana de tres.
Algo más de la mitad de los participantes del estudio experimentaron una resolución parcial o completa de las lesiones anales de alto grado después de haber recibido tratamiento oral con una dosis baja de pomalidomida durante seis meses. Esta tasa aumentó al 63% después de 6 meses adicionales de seguimiento tras el tratamiento.